La historia de Cuba, para
muchos españoles de mi generación, parece que hubiera empezado con la
revolución castrista. El desconocimiento del país que siguió formando parte de
España casi 80 años después de la independencia del resto de los países de
Hispanoamérica, es flagrante. Si esto es así con la historia general de Cuba, para
que hablar de los toros.
Se sigue hoy día la
historia de España en los años 30, como si la hubiéramos vivido, mientras que
en los años 70 y 80, con menor distancia
en años que la Guerra Civil de nuestro tiempo actual, nadie recordaba las
guerras de la independencia de Cuba, que tanta importancia tuvieron en los
cambios sociales del paso del siglo XIX al XX, y su escaso recuerdo parecía tan
lejano como las guerras napoleónicas.
En su interesante libro
Bartolotti recorre la casi desconocida historia taurina de Cuba, desde las noticias
de las primeras corridas celebradas en los años 1514, que se puede considerar
la primera corrida de toros en el Nuevo Mundo, 1538 y 1569, hasta las plazas permanentes
construidas en la isla, la primera de ellas en 1796 conocida como El Aserradero.
Los toreros que han actuado en ellas y los toreros cubanos que han pisado los
ruedos, incluso los pinitos taurinos, documentados con fotos, de Raúl Castro y
Che Guevara, la prohibición durante el dominio de los EEUU, los intentos infructuosos
de volver a dar corridas y la exposición CUBA BRAVA en La Habana en 2017,
patrocinada por la Casa de México y la propia embajada, están recogidos en este imprescindible libro.
DE CUBA ET DES TOROS. Contribution à l’histoire taurine de l’île. Joel
Bartolotti. Union des Bibliophiles Taurins de France (UBTF) 2020. 120 páginas.
CONTRAPORTADA
¿Toros al otro lado del
Atlántico? Evidentemente México, también Colombia, Ecuador, Perú, quizás
Venezuela… pero ¿toros en Cuba?
Con este libro os embarcaréis
con Cristóbal Colón con la esperanza de llegar a las Indias, llegaréis, de
hecho, al Nuevo Mundo y desembarcaréis en las costas cubanas el 28 de octubre
de 1492. Tras los primeros escarceos de la fiesta
taurina podréis visitar trece de la veintena de plazas de toros construidas
en la isla, esencialmente en la capital, La Habana. Quizá tengáis la suerte de
cruzaros, además de con toreros poco afamados, con alguna de las figuras del
siglo XIX, edad de oro de la tauromaquia en Cuba: El Marinero, Cuatrodedos, El
Gallo (el padre del "Divino Calvo" y de Joselito), Guerrita o Cúchares. Podréis
entreteneros con curiosidades y anécdotas tronchantes: la rocambolesca corrida
protagonizada por Juan Belmonte, las hazañas taurinas de la gran Sarah
Bernhardt, bajo la cercana protección del elegante Mazzantini. Os sorprenderéis
con las atribuidas al famoso Ché Guevara, más bien desde los tendidos, y con
más seriedad las de Raúl Castro. Pero soltaréis una lágrima cuando constatéis
que la supremacía yanqui, malvada, provocó, finalmente, la supresión de la
tauromaquia en Cuba. Os ilusionaréis con las tentativas de avivar la llama
taurina, como se ilusionó Hemingway desde su finca cubana.
El papel del historiador
es encontrar y animar, en el sentido de dar alma, las tierras y civilizaciones
perdidas. Frente a este deber de mantener la memoria y la transmisión cultural,
el autor ha aceptado el desafío y cumplido su misión.
Traducción propia
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