Desinhibido, simpático, sin
prejuicios, sin etiqueta, dispuesto a charlar de toros, apareció Román. Como
muchos toreros que vienen a la Tertulia, llegó acompañado. En su caso, además de un amigo personal, vino con su
peón Hazem Al-Nasri “El Sirio”, un banderillero de vida interesante por su exotismo
y singularidad, quien fue merecedor del premio en el pasado San Isidro al mejor
quite de socorro.
Habla con naturalidad de su profesión, de su carrera. No parece tener cuentas pendientes, ni siquiera cuando comenta que tras su primera temporada de matador en la que salió por la puerta grande en 8 de las 9 corridas que toreó, se quedara sin torear a la siguiente. Esto es así, dice.
Aunque no manifiesta perplejidad por los avatares de la profesión, se extraña más cuando hablamos de torear con pureza, de estar acorde con las normas del toreo que tienen el sentido de haber sido destiladas por el paso del tiempo y la reflexión crítica. El toreo tiene que emocionar, dice, y lo importante es torear con tu verdad, con tu estilo propio.
Es habitual verle en los tendidos de Las Ventas y habla sin contradicciones de la manera de ver el toreo como profesional, cuando prefiere el toro más noble y que se desplace bien, a cuando está como espectador que le gustan los toros con más problemas, con más carbón, según la terminología de moda.
Afirma que tienta vacas con cierta asiduidad, un par de veces por semana, y cree que aunque la manera de comportarse una vaca es muy distinta del toro, y la manera de torearla también, le permite crear hábitos de comportamiento y conocer distintas reacciones. Cada toro es distinto y cree que no hay grandes diferencias entre los encastes ni, por tanto, en la manera de torearlos, hay que resolver un problema singular, que sale cada vez distinto en la plaza.
Presenta Román un aspecto plenamente juvenil y muy actual, como corresponde a su edad y a su comportamiento, lejos de actitudes falsamente trascendentes y habla con absoluta naturalidad de su profesión, de las buenas relaciones personales entre los toreros de su edad, no exentas de competencia en la plaza, así como de la distancia y respeto con las figuras que pertenecen a otra generación. No parece muy preocupado ni con las teorías ni la historia del toreo, sino con estar bien en cada actuación, de las que dependen sus futuros contrato y su cotización.
Se torea como se es, dice el aforismo clásico y Román es como su toreo, natural sin impostación, valiente al que no le arredran las cogidas, desinhibido para no ser deudor de cánones y con esperanza en un futuro que va construyendo día a día.
Fotografías de Román toreando de Andrew Moore
Román en la Tertulia de Jordán
Habla con naturalidad de su profesión, de su carrera. No parece tener cuentas pendientes, ni siquiera cuando comenta que tras su primera temporada de matador en la que salió por la puerta grande en 8 de las 9 corridas que toreó, se quedara sin torear a la siguiente. Esto es así, dice.
Naturalidad
Aunque no manifiesta perplejidad por los avatares de la profesión, se extraña más cuando hablamos de torear con pureza, de estar acorde con las normas del toreo que tienen el sentido de haber sido destiladas por el paso del tiempo y la reflexión crítica. El toreo tiene que emocionar, dice, y lo importante es torear con tu verdad, con tu estilo propio.
Bella larga a Ninfa-25 de Juan Pedro Domecq en San Isidro 2018
Es habitual verle en los tendidos de Las Ventas y habla sin contradicciones de la manera de ver el toreo como profesional, cuando prefiere el toro más noble y que se desplace bien, a cuando está como espectador que le gustan los toros con más problemas, con más carbón, según la terminología de moda.
Con Georges Marcillac
Afirma que tienta vacas con cierta asiduidad, un par de veces por semana, y cree que aunque la manera de comportarse una vaca es muy distinta del toro, y la manera de torearla también, le permite crear hábitos de comportamiento y conocer distintas reacciones. Cada toro es distinto y cree que no hay grandes diferencias entre los encastes ni, por tanto, en la manera de torearlos, hay que resolver un problema singular, que sale cada vez distinto en la plaza.
Sometiendo a Taponero-80 de Miura en San Isidro 2018
Presenta Román un aspecto plenamente juvenil y muy actual, como corresponde a su edad y a su comportamiento, lejos de actitudes falsamente trascendentes y habla con absoluta naturalidad de su profesión, de las buenas relaciones personales entre los toreros de su edad, no exentas de competencia en la plaza, así como de la distancia y respeto con las figuras que pertenecen a otra generación. No parece muy preocupado ni con las teorías ni la historia del toreo, sino con estar bien en cada actuación, de las que dependen sus futuros contrato y su cotización.
Firmando un recuerdo para la Tertulia de Jordán
Se torea como se es, dice el aforismo clásico y Román es como su toreo, natural sin impostación, valiente al que no le arredran las cogidas, desinhibido para no ser deudor de cánones y con esperanza en un futuro que va construyendo día a día.
Fotografías de Román toreando de Andrew Moore
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