Conocemos a Justo Algaba a través de sus obras, pues además de los numerosos toreros que llevan sus vestidos, todos hemos pasado en algún momento por su tienda y museo en la céntrica calle de La Paz, pero sin que apenas ninguno de los asistentes le hayamos tratado personalmente antes. Sin embargo, no hay ningún hielo que romper en la Tertulia, es un hombre afable, buen conversador, acostumbrado al trato social y con el gusto de explicar su actividad que sólo poseen aquellos que aman y dominan lo que hacen.
Enamorado de su trabajo lo explica con una pasión que
gradúa muy adecuadamente para que le entendamos los que somos legos en las artes
de la costura y alejados de los matices de las telas, tonos y colores de los
singulares vestidos de torear.
Su afición empezó viendo a El Cordobés en la plaza de su querida Albacete y sigue fiel a ambos. Ser sastre de toreros es un oficio insólito, pues dice que en la historia nunca ha habido un momento con más de cuatro talleres funcionando a la vez. Hizo su aprendizaje con Fermín de quien se independizó pronto pues, sin duda, su vuelo propio es muy personal.
A la vez que afirma que los toreros tienen doble personalidad, en la plaza y en la calle, insiste que hay que hacer la ropa a medida del espíritu de los toreros, así en una bella metáfora, el vestido de torear debe ser transparente para que permita mostrar al torero en su esplendor.
Ha hecho numerosas incursiones en el vestuario de inspiración taurina además de sus 5.700 hijos, como denomina a los vestidos de luces que ha realizado. Ha diseñado vestidos para la ópera Carmen que se representó en el Covent Garden londinense, para las numerosas corridas de inspiración particular como las goyescas, las picassianas en las que diseñó las tres primeras ediciones, las pinzonianas o magallánicas que han surgido últimamente, vestidos camperos como los del gran festival del último 12 de octubre del que comenta como anécdota curiosa para nosotros, que Morante se hizo tres vestidos distintos.
Esplá, Morante y Uceda son toreros inspiradores para su
trabajo en el que ha vestido a otros grandes toreros de arte como Curro Romero
o Rafael de Paula, con quien ha mantenido una relación cercana hasta su
reciente fallecimiento. El vestido de Morante el día que cortó el rabo en
Sevilla estaba inspirado en el que llevaba Joselito el 17 de octubre de 1914 en
Valencia donde mató en solitario seis toros de Contreras, que cuenta como
ejemplo del apego histórico de su trabajo. Muchas referencias que ratifican su
dedicación a la profesión cuya entrega pone por delante de todo, y lo ilustra
con su historia familiar que nos cuenta adornada con detalles que parecen sacados
del realismo mágico.
Como tantos en el mundo taurino cree o, mejor dicho, sabe que la administración trata a la Tauromaquia peor de lo que se merece y pone como ejemplo el Museo del Traje donde hay una pequeñísima representación de la rica variedad histórica de los vestidos de torear.
En su amena charla no se detiene mucho, quizá porque salieron
muchos temas en la interesante Tertulia que se prolongó mientras su teléfono le
recordaba próximas citas, en la evolución de las telas con las que se realizan
los vestidos de torear y sobrevoló sin concretarse el interesante tema del posible
uso del Kevlar para la confección de modernas taleguillas.
Un hombre entregado a su trabajo, enamorado de la perfección,
dispuesto a sacrificar su tiempo por atender una necesidad urgente de un
matador, que mantiene un gran taller con 50 empleados dedicado a la fabricación,
innovación, difusión y popularización de la moda de tema taurino y a seguir
añadiendo “hijos” a los miles de vestidos de luces ya realizados a lo largo de
una vida consagrada a su profesión.
Fotografías de Andrew Moore









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