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LA FIESTA DEL VALOR

El valor se les supone a los toreros, no como se les suponía a los que hacían el servicio militar hasta los años 80, que era una mera fórmula. A los toreros se les supone porque lo tienen contrastado, porque lo ejercen cada día, porque es inherente a su profesión, porque es necesario para poder ejercer su oficio. Lo que desde el tendido parece una rutina repetida día tras día, corrida tras corrida, necesita para mantenerse su dosis de valor que la sustente.
Cuando el banderillero Pablo Saugar “Pirri” fue corneado el domingo 8 de julio, duramente en el bajo vientre por el fiero Tanguisto-80 de Puerto de San Lorenzo, con toda la plaza estremecida y mientras las asistencias se llevaban a “Pirri”  corriendo a la enfermería, su hermano Víctor Hugo, al que le correspondía por turno sustituir en caso de lesión, cogió las banderillas para clavarle el tercer par a Tanguisto.
Sin un gesto de más que demostrara su consternación, ni su rabia, ni su desprecio a la fatalidad. Con profesionalidad, conciencia de su oficio y desprecio de la adversidad. Con torería en definitiva, con el valor seco de los toreros que tienen a las cornadas por gajes del oficio.
No hubo alardes que subrayaran el tremendo pundonor, la ruidosa plaza de Pamplona que se estremeció ante la cogida, no se fijó en la casualidad de la sustitución, quizá ni siquiera se dio cuenta de que había salido un banderillero distinto a poner el par que faltaba, tal fue la naturalidad, la profesionalidad, el sentido del deber de Víctor Hugo “Pirri” que no en vano pertenece a una larga dinastía de banderilleros madrileños.
La corrida continuó, todo el mundo representó su papel e incluso el público se fue olvidando de la cogida conforme avanzaba el festejo, una corrida interesante con la que Puerto de San Lorenzo debutaba en Pamplona, la feria donde se lidian los toros más cornalones de la temporada, los más tremendos de arboladura, un festival de cuernos, un muestrario de perchas, entre los que la ganadería debutante mostró sus credenciales que no desentonaron por tamaño entre todos los vistos en los corrales del Campo del gas, donde esperan su turno las corridas de la feria.
Ureña sorteó al fiero y noble, que son atributos de la bravura, Pompito-181, pero a quien le costó embestir al caballo, para hacerle una faena de exposición aunque alargada de más intentando ligar una serie en un empeño cada vez más difícil conforme se agotaba el toro. Curro Díaz tuvo dos medios toros, el citado Tanguisto que embestía por el pitón derecho y Pitinesco que lo hacía por el izquierdo y José Garrido se las vió con Huracán, un aldeanueva favorito de la peñas tras hacer una carrera veloz y solitaria en el encierro.

Algún día los que relatan singulares hechos de valor, narrarán esta corrida en la que Víctor Hugo “Pirri”, como le correspondía por turno, con toda naturalidad, cogió las banderillas en sustitución de su hermano que iba camino de la enfermería con un cornalón que estremeció a la plaza de Pamplona.

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