Novelista de éxito internacional, periodista con columna semanal en ABC, venezolana afincada en Madrid, Karina Sainz Borgo se acerca a los toros como a un espectáculo moderno y transgresor sobre el que posa una mirada limpia de prejuicios.
La Venezuela donde se crió había perdido gran parte de su
tradición taurina, la plaza del Nuevo Circo de la capital ya no daba
espectáculos y en Maracay recuerda los "toros coleados" variante
local de las fiestas de toros en las calles, así que su descubrimiento de las
corridas de toros se produce en España donde llegó recién comenzado el
siglo.
Aquí se sorprendió con un espectáculo que define como "rotundo" y ha vivido su rápida decadencia y su difícil recuperación. Se abona a la tesis de Rubén Amón de la provocación social de un juego en el que la muerte no se esconde, en el que el riesgo acompaña a la presencia de la sangre sin atisbo de crueldad.
La violencia se esconde tras la belleza de la lidia como una
bonita flor tropical que sirve de refugio a un bicho peligroso, dice, y nos muestra la
vida, diversa, de la que la muerte forma parte.
Es sensible y favorable a la presencia de nuevos públicos en
la plaza, en los que encuentra, incluso en los chicos, una referencia
indumentaria en sus patillas morantianas y sus puros encendidos para la
ocasión.
Los toros son un espectáculo enraizadamente democrático,
aunque ahora se vean contestados por una moda social, quizá propiciada por la
secular endogamia del propio mundo taurino que lejos de abrirse a la sociedad
se encierra en una visión restrictiva de sus tradiciones. El abandono de la
corrida de toros por parte de intelectuales destacados y el asedio social a
quienes se posicionan a favor, considera que están facilitados por esa
endogamia del mundillo.
Ve con simpatía a Roca Rey a quien entiende como un fenómeno pop, cuya imagen alcanza a una parte importante de la sociedad y populariza las corridas de toros. Un atractivo para que los jóvenes se acerquen a las corridas de toros, como algo propio.
La visión de Karina Sainz Borgo es una visión fresca, brillante,
interesada por la reflexión que propicia sobre la vida y la muerte como,
brillantemente, figura en los aforismos y reflexiones del también venezolano
Luis Pérez Oramas, gustosa de renovar el lenguaje taurino anclado en metáforas
pasadas y, su interés arroja una luz distinta, más actual y enraizada en la
sociedad, tan alejado del discurso circular y ensimismado habitual en el
mundillo, como de los lugares comunes de los propagandistas interesados del
sistema. Aire fresco para un espectáculo moderno, complicado, asediado, que
necesita voces nuevas y brillantes.
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