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RIAZA. LOS TOROS VISTOS DESDE EL BALCON

El lugar que uno ocupa en la plaza condiciona la apreciación. Un aficionado debe estar en el tendido, calibrando y disfrutando con el comportamiento de los toros y el papel de los toreros.
Pero también es curioso e interesante ver una corrida desde la organización de la misma. Los trámites administrativos, la defensa de los intereses de cada uno de los participantes, el papel del organizador y la autoridad, el escaso margen de maniobra de un organizador pequeño, como un ayuntamiento, que le hace muy vulnerable. Todo junto hace que estar en el balcón presidencial, donde me llevó como asesor el presidente Julián Barahona, amigo y compañero de la Peña Taurina de Riaza, sea una gran experiencia.

El presidente de la corrida comprobando las banderillas negras

Comprender es perdonar dice el aforismo, pero toda la comprensión  hacia una corrida concreta no puede hacer olvidar a un aficionado que el espectáculo de la corrida de toros, para mantener su sentido, debe tener toros íntegros,  con casta que necesite de la técnica y el valor de los toreros para poderla dominar y crear el espectáculo.

La fachada del Ayuntamiento con el balcón presidencial

La corrida de toros de las fiestas de Riaza fue de la ganadería de Torrealba, procedencia Torrealta. Fue en su conjunto una corrida noble, floja, de buena presencia aún con los pitones tocados, la casta justa y la bondad rebosante. Los toros no dieron un mal gesto, los matadores estuvieron tranquilos, el público se divirtió y las orejas se pasearon por el bonito ruedo de la Plaza Mayor de Riaza.
Con ella se pudo apreciar el sitio que tiene Joselito Adame, quien además es un ciclón con la espada, la técnica de Juan del Alamo y la entrega de Víctor Barrio ante sus paisanos.

Joselito Adame y Víctor Barrio a hombros de las peñas de Riaza

Vista desde el balcón la corrida no tuvo complicaciones y supuso un éxito, que además sirvió para aliviar una cierta tensión latente durante todas las fiestas y provocada por una pequeña minoría con una falta de respeto,  además de un cierto desconocimiento, de las reglas de juego democráticas.

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