El Juli dio la medida del tope de su toreo con el quinto de La Quinta. Un toro que nunca se negó a embestir, si bien nunca fue claro, una faena de consentir al toro, aguantarle y tirar con suavidad para conseguir que siguiera la muleta en largos naturales en redondo.
La mayoría de las grandes faenas de los toreros que no son de
los denominados artistas se han hecho con toros ásperos, pues ahí es donde
brillan sus cualidades. Eso no es ninguna novedad, la novedad es que lo hiciera
El Juli quien siempre en Madrid se ha contentado con anunciarse con toros sin
interés y cuando le ha salido un toro díscolo ha tirado por la calle del medio
del dominio sin rematar con prestancia.
En su primer toro demostró que su toreo está falto de calidad
expresiva para brillar con un toro noble. Con el toro siempre en la mano se
limitó a pases sin remate en series que sólo tenían fuerza en los pases
cambiados. No le faltó arte al torero, le faltó que los pases deben rematarse
atrás y abajo para evidenciar el riesgo y sin riesgo no hay emoción.
La emoción en el toro con el que convenció El Juli, no la puso tanto el toro, que era áspero pero no evidenció peligro, sino el dominio del torero que no se dejó ganar la partida, que quiso rubricar su pequeño triunfo de su primer toro con una salida por la Puerta Grande de Madrid que siempre le ha sido esquiva. La espada tras la que se fue dos veces por derecho sin conseguir una estocada, le privó de rubricar el triunfo oficial, pero el verdadero triunfo fue el de convencer con su toreo de dominio a una afición que apenas le había sentido comprometido con lo mejor del arte, que no es tanto la capacidad de hacerse con el toro, sino la de poner su conocimiento al servicio de la lidia, la de buscar el máximo lucimiento con la mayor entrega. Ese es mejor triunfo más allá de los números de orejas cortadas y salidas a hombros que llenan las estadísticas.
Morante era la expectación de la corrida y no brilló y Aguado no
dejó buenas sensaciones. Los toros de La Quinta de irreprochable presentación y
trapío, fueron nobles y encastados, brillando más en la primera mitad de la
corrida y contribuyendo a un gran espectáculo.
Fotos de Andrew Moore
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