Hay una superabundancia de
aficionados escribiendo acerca de los toros y me temo que hay muchos menos
leyendo. Sólo en Opinión y Toros, el portal que acoge mis apuntes desde su
creación hace ya más de 10 años, somos 8 ó 10 los que, en San Isidro, dejamos
nuestro granito de opinión, empezando por su director y acabando en mis
apuntes. Con otros portales de aficionados y los blogs en internet, en español
y francés, pasamos fácilmente de los 50. En Twitter y Facebook hay centenares
de aficionados escribiendo sus impresiones.
Eso sin contar los que cobran por escribir en la prensa impresa, las infrecuentes radios y televisiones, las agencias y los portales taurinos oficiales u oficialistas, más los gabinetes de comunicación, por frugales que algunos sean, de ganaderos, toreros y empresarios. Todo ello en un momento en que las corridas de toros están en un bajón en la aceptación popular e incluso hay opiniones de destacados empresarios pesimistas sobre el futuro, así como intentos de poner la zancadilla, cuando no abolirlas, desde los propios programas políticos, que ya tiene mérito que la prohibición de las corridas de toros pueda ser un reclamo electoral.
El impulso de escribir de toros,
existe y su costumbre se dispara. Como supongo que todos los que escriben
tienen claro que su aportación no va a influir en el desarrollo de la
tauromaquia, salvo como la pequeña parte de una ola de opinión, y eso en el
caso de acertar en el diagnóstico de los males y la predicción del futuro, se
me ocurre que debe haber otra razón que nos impulsa a escribir y creo que
sencillamente es comprender mejor.
Se escribe para comprender, para
ordenar las ideas propias, para enfrentarse con la realidad de aquel natural
que no te enteraste y que todo el mundo apunta, o con ese toro que te pareció
bravo y muchos dicen que no pasó de pastueño. Escribir no deja de ser un
ejercicio de humildad, un grito de tu afición, desnudarse ante los demás
exponiendo tu criterio, tu opinión concreta, tus errores públicos, tus aciertos
secretos. Nadie te dirá, salvo que alcances una gran notoriedad, que te
equivocaste al apreciar el juego de un toro o el valor de un torero, mucho
menos que definiste con claridad una situación complicada o que supiste ver un
toro que se mostró muy cambiante o la decisión de un torero que finalmente no
acertó con su faena.
No puedes por menos que escribir el
interés de una corrida correosa o el gusto de un torero ante un toro que jamás
se entregó y no puedes contenerte sin escribir cuando un torero te hizo rozar
el cielo con las manos o un toro se abalanzó sobre el caballo con alegría y
poder.
Aunque sepas que tienes que mandar tu
escrito a tus amigos para que te lean o no te interesen los cientos (o incluso
miles) de lectores que desconoces y que averiguas que se han conectado a tu
blog desde países exóticos, tienes que escribir para alcanzar a entender
cabalmente la belleza, para disfrutar de nuevo de la emoción, para comprender
aquellos comportamientos que no acabas de definir correctamente.
Escribimos porque amamos las corridas
de toros y queremos mantenerlas en nuestro corazón, en nuestra memoria.
Comprender es amar y escribimos, como vivimos, para amar.
Publicado en www.opinionytoros.com
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