Reproduzco el artículo publicado en DIARIO 16 sobre la faena de César Rincón a Bastonito.
A SANGRE Y FUEGO
No hay más toreo que el toreo y Rincón es su profeta. El profeta que nos lleva a la tierra prometida del toreo auténtico, el que se hace exponiendo generosamente la vida a cambio de ganar la vida del toro, después de someterlo a la voluntad dominadora del hombre.
La casualidad, el azar y, cómo no, la decisión del torero de pedir toros de verdad juntaron, en el mismo lugar y en el mismo momento, al toro más bravo con el profeta del toreo, para que se produjera la revelación.
«Bastoncito», de la ganadería de Baltasar Ibán, era un toro bravísimo, el más bravo de la feria y de muchas ferias. Alucinados, asistíamos a la ofrenda generosa de la vida del profeta, que entregaba su vida al toro bravo arquetípico en los primeros derechazos de cada tanda, cargando la suerte y desviando el viaje del toro.
El toro, bravísimo, no cesaba de pedir más, y puesto que más pedía, Rincón lo dominó en el toreo al natural. Ahí se produjo el fenómeno de la revelación, con el toro cerrándose hacia el tercio, conforme el torero, colocado en el único sitio que se podía romper al toro, perfectamente cruzado y obligándole a cambiar el viaje, le metía en su muleta limpia y le obligaba a entregarse. El rito pide la sangre del toro, pero éste sólo estaba dispuesto a entregarla a cambio, de la del torero, y Rincón, generoso, le cambió la vida por la suya que entregó al ara de los cuernos del toro bravo.
Nunca había asistido a un momento tan fuerte, donde un torero de verdad estaba representando el mito del toreo con un toro mítico. Lo representó como debió ser el encuentro primero: A sangre y fuego.
(7 de junio de 1994. DIARIO 16)
De la página de DIARIO 16 donde
se publicó este artículo, el presidente del GRUPO 16, Juan Tomás de Salas mandó
ese mismo día sacar dos planchas de aluminio, con las que en esa época se
imprimía el diario, para regalárselas al
torero.
Por distintos avatares, estas planchas que no se le habían entregado a César Rincón y de las que desconocía su existencia, llegaron a mi poder en un lugar insólito como fue una entrega de premios en el año 2007, a los miembros de lo que fue la Unión Militar Democrática, uno de los cuales era Director adjunto del diario en 1994.
La placa con el artículo en la casa de César Rincón
junto a otros recuerdos de Bastonito
En el año 2010 un amigo personal,
nada aficionado a los toros, fue invitado por César Rincón a la fiesta de su
cumpleaños y me pidió una opinión acerca de un regalo adecuado para el maestro.
En ese momento se cerró el ciclo y la plancha fue entregada a quien estaba
destinada, con el único retraso de 15 años que no empañaron el recuerdo vivo de
aquél gran momento de la tauromaquia, quizá el más impactante de tantos cuantos
me han proporcionado placer y emoción en mi larga y dichosa vida de aficionado
a los toros.
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