Miura siempre es un acontecimiento, si lleva casi diez años sin venir a Madrid, mayor es, y aunque el juego de los
toros no sea de gran celebración, siempre es mejor quedarse con la botella
medio llena del juego encastado de los dos primeros y la bravura del tercero, por más que una corrida enlotada al revés, donde los toros interesantes salen los primeros y los tres últimos se pierden entre la blandura y la sosería deja siempre un sabor agridulce.
Miura al galope contra el caballo
Rafaelillo es un especialista que sabe sacar juego a los miuras, darles
espacio y salida sin obligarles en demasía y respetando su aire permanentemente
distraído. Castaño deja lucirse a su cuadrilla que fue bien recibida y homenajeada
y al propio toro que siempre parece valer más en sus manos y Serafín se
estrelló contra esa manía de Las Ventas de medir a los toreros modestos no en
función del toro que tiene delante, sino en relación con el arquetipo del toreo
que los que gritan tienen en su cabeza y que rematan con el cansino grito de: “Se
va sin torear”.
Javier Castaño
Tenía el final de la corrida un aire de despedida relajada, quizás porque
la feria se había acabado el viernes con los encastados victorinos y los Miura,
faltos de la habitual policromía de sus capas, eran un estrambote que se veía
más como una guinda en el pastel de la entretenida feria, que como el plato
fuerte de la misma.
El año que viene más, aunque muchos seguimos celebrando la recuperación de
la casta de los victorinos y esperando la llegada del nuevo mesías que ponga del
derecho el toreo actual, que tantos vemos del revés.
Fotos de Juan Pelegrín tomadas de Las Ventas.
Publicado en http://www.opinionytoros.com/noticias.php?Id=47293
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