Elegir siempre implica también renunciar a algo. Una tienta obliga a ese ejercicio de equilibrio entre la búsqueda de un sueño y los matices de la realidad. Debe ser difícil tener la mente clara para mandar una vaca al matadero o ligarla a un semental, esperando el juego de su descendencia. Decisiones que marcan un devenir que sólo puedes atisbar tres o cuatro años después cuando se tiente a la vaca producto de esa unión o se toree al novillo. Un cierto vértigo que el espectador ocasional, el aficionado invitado, alcanza a sentir, con el alivio de no tener que decidir. Vaca de tienta de Pedraza de Yeltes Esa tensión se nota en la tienta, aun cuando sea distendida como en Pedraza de Yeltes el pasado 19 de enero. Habitualmente el ganadero está sólo, aislado, rodeado de sus íntimos, mientras que los invitados se colocan en el palco o los tendidos de la pequeña plaza, en silencio respetuoso y, en algún caso expectante. En Pedraza el palco es el lugar común que se comparte entre