Los toreros están orgullosos de sus trajes. Se visten para ellos mismos, pero se visten también para los demás, para los otros toreros especialmente. El vestido marca su status, no sólo debe ser funcional y bello, además puede ser recargado, singular, novedoso, elegante o caro. En los callejones de las plazas, se escrutan los trajes, se mira si resulta elegante como consecuencia del gusto del matador, si es más caro de lo habitual pues indica la situación en el escalafón de los ingresos, si incorpora un nuevo diseño que lo singularice. Los capotes de paseo que serán colgados de las barreras, son un escaparate del torero, ahí no hay funcionalidad, son sólo productos indicativos de su personalidad. Todo son muestras de la situación del torero, de sus anhelos, de su capacidad, de su gusto, de su “poderío” y como tal se toman. No todo es gran diseño y novedades, los trajes de toreros, también son para subalternos que buscan colores sufridos y bordados sencillos, ligeros y, evide