Camarín-37 de Baltasar Ibán es el toro de la feria, hasta ahora, que empieza la llamada semana torista, pues combinaba la nobleza de la bravura con la agresividad de la casta. Para que un toro bravo pueda lucir se necesita que el matador lo muestre, lo enseñe, le dé espacio y sea generoso al mostrar la bravura y enjundioso a la hora de torearla. Le faltó generosidad a Alberto Aguilar para poner al toro para un tercer puyazo. Claro que el alevoso lanzazo trasero y recargando en que consistió el primer puyazo, que dejó al toro creando charcos de sangre cada vez que se paraba, no invitaba a un mayor castigo. Error de cálculo del matador y carnicería del picador, ese cáncer de la fiesta. Mientras los picadores no sepan hacer la suerte sin recargar y defendiendo a la montura sin picar atrás, y por el contrario rompan al toro con esas varas traseras que los destrozan y utilicen la puya como una picadora de carne, no sólo serán indignos de su profesión, sino que destrozan una fiest...