El Club Taurino de Pamplona, en su revista anual de San Fermín, me publica un artículo acerca del público de Las Ventas. Por motivos de edición el artículo está escrito antes del inicio de la feria de San Isidro de este año. Las dotes de adivino no están entre las mías, pero espero haber captado el carácter y la evolución actual del mismo. Sed benevolentes.
LAS VENTAS, INSTRUCCIONES DE USO Y DISFRUTE
“Primo”: dícese del
abonado a la plaza de toros de Madrid, explicaba el Diccionario Cómico Taurino
de Paco Medialuna. En el siglo y medio transcurrido desde la jocosa edición de
1884 la situación ha cambiado poco.
Esta condición histórica de “primo” es quizá el único rasgo común entre los asistentes a Las
Ventas, por otra parte de tan diferente condición y forma de entender, valorar
y expresar su sentir. “Primo” que
asiste ilusionado día tras día a su localidad con la confianza irreductible de
que: “Esta tarde sí” se verá un gran toro, le harán una gran faena o, en el
peor de los casos, se conformará con disfrutar un gran par de banderillas.
El supuesto carácter de la plaza de toros de Madrid no existe,
mejor decirlo pronto que dar vueltas por los argumentos para llegar a esta
conclusión. Las Ventas no deja de ser un recinto cuyos ocupantes son
cambiantes, y no sólo a través de los años o, por decirlo de manera más
rimbombante, a través de la historia, sino de año en año, de día en día, de
cartel a cartel.
Por eso Las Ventas no se expresa de manera unívoca y cualquiera
puede apreciar que generalmente es fiestera con las faenas más demagógicas,
facilona con las figuras, severa con los modestos, impresionable con las
novedades, apasionada con los consentidos, bronquista siempre.
Quizá ese podría ser el carácter más definitorio del público de
la plaza de toros de Madrid: es irascible.
La existencia de un sector ruidosamente integrista en el entorno del bajo del tendido 7, da carácter a las protestas tan habituales en los días de feria y que alcanzan su máximo esplendor en los carteles en que las figuras se acercan al abono con su acompañamiento de toros de menor trapío y pajuna condición. Suelen los aficionados integristas valorar más el dominio con riesgo necesariamente áspero, que la armonía que presupone una cierta colaboración dócil. Más allá de gustos personales, esta propensión suele venir de una concepción de la corrida de toros como un rito más que como un espectáculo. Como sabemos el rito exige y propicia una participación, no sólo del oficiante, sino de los fieles. Que esta participación expectante vea incumplidas sus esperanzas por la condición del toro o el compromiso del torero, provoca una irritación que, en numerosas ocasiones, se expresa a gritos. Aunque también, a veces, aparece el silencio espeso de los tendidos que anuncia que se está asistiendo a una maravilla, este silencio aparece en muy pocas ocasiones, tal vez sólo en las adecuadas, en las que, efectivamente, se asiste a un hecho excepcional.
Siempre se ha dicho que una corrida de toros es un espectáculo
que necesita ciertas explicaciones para quienes se acercan por primera vez y algún
conocimiento del espectador. Pues bien, yo que soy poco dado a hablar y
explicar, me he sorprendido, a veces, indicando a mi invitado hacia quien iban
dirigidas las protestas que saltaban desde diferentes lugares de la plaza. Esta
protesta no es porque el toro se caiga, es porque es chico (definición más
sencilla que falto de trapío) y esta otra no es por el toro, sino por el
matador que lo ha dejado muy cerca del caballo o al presidente que ha cambiado
el tercio demasiado rápido o, el colmo, esta protesta es contra los que han protestado
antes. En fin, quizá no un manual, pero al menos una cierta explicación viene
bien a los que se inician en los tendidos de Las Ventas.
La pregunta sería ¿Cómo es posible que con una estructura tan
afinada del espectáculo, se genere una desconfianza de tantos aficionados, que
se expresa a gritos en la plaza? La
verdad es que los toros han mejorado su condición en los últimos años, trapío
más ajustado, mejores condiciones físicas y sin embargo las protestas no han
disminuido apreciablemente.
Este año de 2023 en el que como siempre la empresa se debate
entre la necesidad de mantener un abono importante que estabilice los ingresos
y el deseo de aminorar las protestas, ha provocado cambios importantes en la
confección de la feria.
Estos cambios están destinados a aumentar la presencia del público en detrimento del interés de los aficionados, para ello se pasan las corridas con las figuras a los días más cercanos al fin de semana y más habituales para los espectáculos. De los severos martes y miércoles de las corridas importantes hemos pasado a los jueves y viernes de las figuras. La desaparición de la llamada semana torista es evidente, siendo sustituida por las corridas de albaserradas los domingos con asistencia de público habitualmente más impresionable. Los lunes de descanso y los martes de novilladas complican la asistencia de aficionados de fuera o los restringen a cuatro días. En fin, el resultado de estos cambios se habrá visto a la hora de editar este artículo y mejor que una profecía tendremos una visión de la realidad, pero es innegable la intención de realzar la parte de espectáculo en detrimento de la parte de aficionados más exigente de la integridad del espectáculo.
Hay una tendencia apocalíptica que tiende a ver en los
cambios, el camino para la desaparición del riesgo y la emoción de las corridas
de toros. La larga tradición de aficionados integristas vislumbra desde el
siglo XIX la desaparición de la emoción que acabará con el sentido del bello
enfrentamiento entre la animalidad del toro y el conocimiento y valor del
torero. Desde Sánchez de Neira diciendo que desde que se retiró Paquiro no han
vuelto a verse toros con verdadero poder en las plazas, hasta las críticas a la
actual nobleza de los toros rayana en la docilidad, que permite que los toreros
duren casi más en activo que los notarios, la percepción de la decadencia
implícita en la mayoría de los cambios empresariales, ganaderos, artísticos o
sociales es una constante histórica.
A la cabeza de esa percepción está un importante sector de los aficionados de Madrid, que lleno de argumentos, experiencias y deseos, presenta a gritos su crítica y que forma parte del carácter de la afición de Madrid, la misma que hizo exclamar a Guerrita a finales del siglo XIX su célebre frase de “en Madrid que toree San Isidro” o la que abroncó a Gallito la víspera de su mortal cogida en Talavera. Claro que también es la que encumbró a César Rincón o engrandeció a Antoñete, por hablar de dos toreros fundamentales en el final del siglo XX.
Históricamente las broncas han ido hacia los toreros que
supuestamente se aliviaban, los ganaderos que lidiaban toros sin el suficiente
poder o interés, los empresarios que organizaban las corridas o abonos pensando
más en el rendimiento económico que en la brillantez del espectáculo o los
presidentes más transigentes con los deseos
de los toreros o empresarios que con los de la afición. Para estos
presidentes cantaban un grito cuya costumbre se ha perdido, pero que me
parece absolutamente descalificador y
que salía de los tendidos en casos de fuerte discrepancia, especialmente en la
diferente valoración de la suerte de varas y es: “No lo entiende usted, no lo
entiende usted” antecedente de "Fuera del palco"
La afición de Madrid que ha aguantado sus abonos en los años
duros en los que se ha presionado para desprestigiar socialmente las corridas
de toros, que ha pasado por la pandemia con el ayuno de corridas, espera
desconfiada el aluvión de jóvenes que acuden a la plaza, tal vez más atraídos
por el ambiente festivo, que por la emoción de este espectáculo insólito y que,
seguro, que traerá cambios en la percepción de las faenas, en la valoración de
las suertes, en la emoción de los toros, en los útiles de la lidia y, también,
en la aceptación social de las corridas de toros. La afición de Madrid sabe que
las discusiones en la plaza no pueden ser ordenancistas, pues no hay canon ni
reglamento que indique hasta donde se debe adelantar la muleta o cuánto debe
cruzarse el torero, por eso el nuevo público que se espera que llene los
tendidos quizá sea más impresionable que la curtida afición, pero seguro que
valorará a primera vista lo realmente bueno y lo escandalosamente malo y que se
impregnará de la expresividad enfática, destemplada y deliciosa que ha anidado
en las sucesivas plazas de toros de Madrid, desde la primitiva de la Puerta de
Alcalá en el siglo XVIII.
Las Ventas es, más que ninguna otra plaza de toros, el lugar donde se manifiestan las tendencias del mundo de los toros. Encumbra toreros hasta ese momento modestos y alaba ganaderías denostadas por el mundillo oficial. Resiste la presión a favor de las figuras que en muchos casos no justifican su posición y exigencias. Ha sufrido la pérdida de abonos debido a la presión política y social en contra de las corridas de toros, y está protagonizando el nuevo auge mezcla de viejos aficionados y jóvenes que se acercan con curiosidad y desparpajo a la plaza de toros convertida en un centro de referencia de diversión tras las corridas. Un mundo de luces y sombras que refleja la furtiva sociedad exterior.
Vientos de cambio recorren el mundo de las corridas de toros y
Madrid es el reflejo o motor de los mismos, porque los carteles de este año
2023, en los que la presión social en contra de las corridas de toros ha pasado
su punto más enconado y se aprecia una revalorización de la fiesta, claramente
visible en la gran afluencia de jóvenes en las plazas, se diferencia de los
habituales en los últimos 40 años, cuando Manolo Chopera organizó la temporada
de Las Ventas, montaje que después los Lozano aprovecharon y los Choperita
estuvieron a punto de hundir. Este año del cambio se reúnen a las figuras en el
mismo cartel estimulando la competencia, aunque estas figuras lleven tantos
años en la cabecera del escalafón que no tienen muchas ganas de pelea. Dan
escasas oportunidades a toreros modestos, aunque las oportunidades de pasados
años eran, tantas veces, regalos envenenados. Privan de la emoción destemplada
de las corridas toristas, suprimidas y sustituidas por aquellas para la llamada
clase media del escalafón formada por los toreros emergentes y los que tras
largos años en los carteles no aspiran al trato de figuras, pero que son
capaces de armar buenas faenas.
El resultado de esta nueva mezcla empapada en copas y
aderezada con la música nocturna se verá en el futuro, aunque sus resultados
económicos sean inmediatos. De cualquier forma, si hacemos caso a lo que
comentan los cronistas de toros desde la época de Lagartijo y Frascuelo hasta
ahora mismo, nunca ha habido un empresario bueno, nunca se hicieron buenos
carteles, nunca se trajeron los toros que pedían los aficionados, nunca la
realidad estuvo a la altura de las expectativas; nunca antes, hubo unos carteles
tan malos como los de este año, sea cual sea el año del que hablamos.
A pesar de ello, los aficionados que formamos el grupo más heterogéneo,
ruidoso, disparatado y entrañable que asiste a una plaza de toros, armados con
este convencimiento, nos desorganizaremos la vida durante un mes, con la
esperanza, no siempre vana, de que nuestros sueños se hagan realidad en un
tiempo fijo: por las tardes, a las 7, en Las Ventas. ¡Disfrutenlo!
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