Maneras suaves que parecen no querer molestar a nadie, hablar pausado en voz baja que te requiere atención, discurso muy campero apegado al desarrollo de la naturaleza. Así desgrana Fernando Cuadri su conversación, que ante el encanto que desprende, se convierte casi en un monólogo en el que relata con calma sus ideas que, afirma, son debidas a la observación del toro, sus costumbres, su hábitat, sus reacciones.
Ingeniero industrial que, en principio, es una profesión poco
relacionada con la crianza del toro y el campo donde se desarrolla, dedicado a
la cría de diferentes especies animales, sus célebres canarios, pero también
gallinas singulares e incluso gallos de pelea en su momento, expresa ideas
cercanas a la biodinámica en las que está atento a las fases de la luna y a las
diferentes actitudes de los animales respecto a la variación del viento, la
temperatura, el soleamiento, el celo, la cubrición. Un relato ecologista que
nos mantuvo atentos durante un largo espacio de tiempo alrededor de una comida.
La biología que afirma ha aprendido de la pura observación en el campo, le lleva a afirmar que la casta y la bravura son antinaturales, pues el instinto de acometer no es propio de los herbívoros que son presas y no cazadores y su instinto les dicta la huida ante el peligro. Por eso es tan difícil acertar con la bravura, pues es una actitud antinatural que se selecciona en base a comportamientos y no a normas, pues no hay un estándar físico que la garantice.
Una serie de argumentos inusuales en los ganaderos que se extienden generalmente más acerca de las reatas, el encaste, la tienta, los sementales, las empresas, mientras que Fernando Cuadri habla de la biología y la ecología, la naturaleza y el comportamiento.
Argumento de una visión de ganadero más de campo que de despacho,
como se define, al contrario de su padre, pero su objetivo es el mismo, llevar
un toro a Madrid que sea completo y triunfar allí.
Fiel a su idea de no hablar del presente de la ganadería, ya en manos de la generación siguiente a la suya y sus hermanos, aunque su padre dejó la ganadería a sus hijos siendo más joven y ellos han aguantado más tiempo antes de hacer el traspaso generacional, sí se extendió acerca de la crisis de su ganadería en el año 83 en la que tuvo que deshacerse de casi la mitad de las vacas que venían de un semental inadecuado, también de la singularidad de su encaste con mezcla de Urcola, Gamero Cívico y Santacoloma línea Ibarra, que les impide refrescar con sementales de ninguna otra ganadería, pues nadie tiene esa particular mezcla, como fácilmente se aprecia por su tipo, muy diferente a otras ganaderías, toros grandes, hondos, badanudos, con inusual tripa, con los ojos salientes que tanto impresionan.
La ganadería tiene ahora unas 170 vacas, pero se ha mantenido antes en el entorno de las 140, cantidades que parecen escasas para una vacada puntera, especialmente para el tamaño de las fincas que suman más de 2.000 Ha, de las que 800 están destinadas al toro y el resto a su alimentación. Con donaire responde que el tamaño de la ganadería no tiene que ver con el de la finca, sino con el de las vacas que le quepan al ganadero en la cabeza.
A este ganadero le caben muchas vacas en la cabeza, ha tenido muchos toros que han triunfado en Madrid, ha sobrevivido a crisis en la ganadería, internas y externas, guiado por sus dotes de observación, su trabajo de despacho que considera que ha sido insuficiente en relación al dedicado al campo, su excesiva humildad que le hace definirse como un ganadero que habría necesitado otra vida entera adicional para entender más a los toros y su amor por la naturaleza, que transmite en su conversación parsimoniosa, que encandila a los aficionados que hemos tenido la suerte de escucharle con la tranquilidad y el sosiego que requieren también la observación de la naturaleza, que Fernando Cuadri tanto ama.
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