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HERRADERO EN VICTORINO MARTÍN (I). HIERRO Y FUEGO

Casa principal de Monteviejo
desde el embarcadero

Un herradero remite a tiempo pretérito, cuando se empezaron a marcar las vacas para evitar sus robos, cuando se empezaron a numerar para mejor controlar su descendencia. Tiempos pasados de faenas camperas, cuando las reses iban saliendo de una en una al corral, donde fornidos mozos las mancuernan, tiran y sujetan fuertemente para que las puedan marcar con los hierros candentes, su carnet de identidad.



 Trabajos en los corrales

Victorino Martín, ahora, hierra sus patasblancas de la ganadería Monteviejo y sus urcolas en dos días de diciembre, en un proceso moderno, organizado con amplia participación de veterinarios, mayorales, vaqueros, ayudantes, quienes se mueven con precisión industrial, sin esfuerzo aparente, con experta sincronización y rápidos resultados. Uno de esos días, el que correspondía a los machos, nos invitó a Andrew Moore y a mí a asistir.

Victorino Martín Andrés,
paradigma del ganadero de bravo

La ganadería brava, como todas las actividades agrícolas, aun se rige por los tiempos circulares que marca la sucesión de estaciones, con el eterno retorno de las mismas que marcan idénticos afanes, pero los requisitos del rendimiento de una explotación están sometidos al tiempo del reloj, el que se pasa y no vuelve, el de las jornadas de trabajo y su productividad. 


Herrando a un macho,
todos a una

Es un orgullo sobrepasar los 30 animales herrados en una hora. 68 machos  en dos horas y ocho minutos dirán con satisfacción cuando han acabado.


Hierro de Monteviejo, número de orden y guarismo del año

En la actualidad, un toro bravo tiene documentación propia, papeles de nacimiento, saneamiento, trazabilidad, un crotal que le marca e identifica. Sin embargo, se sigue herrando. Anualmente toda la camada de reses nacidas en el año ganadero, pasará por la marca de los hierros de la ganadería y su número, a lo que se han ido añadiendo el del año de nacimiento, que en la jerga se conoce sencillamente como “el guarismo” y el distintivo de la asociación de ganaderías a la que pertenece. No es un anacronismo ni un exagerado respeto por la tradición, es un sistema funcional que pervive por su idoneidad para la ganadería brava.


Victorino Martín García en traje de faena,
 mira satisfecho al macho 32 de la camada de 2015 de Monteviejo

Participar en un herradero es hacerlo en una faena fundamental de la ganadería. No tiene el brillo de un paseo entre los toros de saca que se desperezan en las dehesas, ni el espectáculo de una tienta que se organiza como una pequeña corrida en familia, pero permite acercarse a las labores de una ganadería a comprobar el trabajo diario, la dedicación, el esfuerzo, sin los que no existirían los toros bravos. Hacerlo en la ganadería de Victorino Martín, santo y seña de la casta brava en los últimos cincuenta años y comprobar que la alquimia de la elección de la bravura va pareja con la organización rigurosa, es un soplo de vitalidad y entusiasmo. 
(cont.)

Andrew Moore y Andrés de Miguel 
con Victorino Martín García

Reportaje fotográfico de Andrew Moore
(cont.)

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