Carlos Escolar “Frascuelo” tiene merecida fama de torero
romántico. Sin llegar a gozar de los favores de las empresas, ha conseguido el
respeto de los aficionados en una carrera que ha sido larga en años, no muy
numerosa en contratos y colmada de gestas.
Carlos Escolar "Frascuelo", en la Tertulia de Jordán
que se celebra en Casa Salvador
Delgado, fibroso, mantiene un tipo torero que le permite
enfundarse sin problemas en su traje de luces. El pelo que engaña a las canas,
lo peina con la sombra de un leve tupé que quiere recordar un cierto aire
rockero de años más jóvenes, que en cualquier caso resalta su buen aspecto
general. Sólo las manos le traicionan la edad, aunque le permiten manejar los
engaños con soltura.
"Frascuelo" delante de una fotografía de "Manolete"
"Mi vida no ha tenido más sentido que torear"
Habla de su etapa de becerrista con mucho cariño, en una época
donde la picaresca era santo y seña de los escalones inferiores del mundillo
taurino y donde sobrevivir a ella era más difícil que enfrentarse a un miura.
Participó en la “oportunidad” de Vista Alegre de donde salieron famosos
efímeros como “El platanito” o figuras como Palomo Linares, aunque no llegó a estar
en las corridas televisadas. Sus espejos fueron toreros madrileños como Luis
Segura y Currillo, de quienes destaca su elegancia.
Naturalidad y elegancia,
en las corridas de Ceret y Guadalajara en 2014
Su apodo taurino se lo pusieron en Chinchón y Moralzarzal, dos
lugares unidos a la vida del Frascuelo histórico, Salvador Sánchez, y quizá, de
quien tomó el sobrenombre, tomó también el coraje para seguir de matador de
toros a pesar de los contratos escasos y las dificultades ciertas. Más que un
corredor de maratón, se puede asemejar a uno de ultrafondo que va devorando los
kilómetros, aliado del tiempo como si estuviera congelado, sin mirar a su
alrededor, consciente de que está luchando consigo mismo, con su afición y no
con un record concreto de tiempo o una distancia que se alarga en el terreno.
un detalle, no sólo de gusto, no sólo de valor, sino de excelsa torería
cuando se tiró a matar a su segundo toro con todo,
con toda su fuerza, con todo su arrojo, con toda su decisión y con todo su pundonor.
Frascuelo tras matar y ser arrollado por Testigo
Guadalajara 2014
Queda lejos en el tiempo su alternativa en Barcelona en 1974 y
su confirmación en Madrid al año siguiente y no se muestra pródigo en hablar de esa época, de la que
habla bien de los empresarios y poco de las inoportunas cogidas. En el dique
seco de las pocas corridas durante casi veinte años, del 80 al 99, cuando encontró hueco en Perú, va repasando
hitos como su salida por la Puerta grande de Las Ventas el 15 de agosto de 1999
con toros de la ganadería de Valverde, las corridas de Ceret siempre
complicadas, la de Guadalajara mano a mano con El Pana, y sobre todo el respeto
de los aficionados de Madrid.
Firmando un recuerdo para la Tertulia de Jordán
junto a Yolanda Fernández Fernández-Cuesta
En esta época en la que las figuras duran años y años, sin
dejar paso, ni tener agobios, el destino de los toreros que no alcanzan los
primeros puestos es una retirada tras largos años de torear corridas que
desgastan el ánimo y se resisten al triunfo, pero Frascuelo ha roto todos los
retos de longevidad en los ruedos, donde se muestra dispuesto a seguir sin
ponerse límites. Calculo, dice, que me quede cuerda para diez años y suena tan creíble
como cuando dice ayuno de fanfarronería “Lo que digo es lo que hago en la plaza”,
porque Frascuelo a sus setenta años cumplidos, afirma abiertamente que su vida
no ha tenido más sentido que torear y no está dispuesto a dejar que el toro de
la edad, le arruine las ilusiones que no le han quitado los toros del ruedo, ni
de los despachos.
"Lo que digo es lo que hago en la plaza"
Fotos de Andrew Moore
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