Sergio Serrano, matador en corridas duras, torero de afición,
cabeza clara, verbo fácil, valiente. Acudió a la cita concertada con la
Tertulia de Jordán el día siguiente de torear en Las Ventas la corrida del
domingo de Resurrección y dos días después de llevarse una voltereta por la
cogida de un toro en Casarrubios del Monte.
Persona que sabe lo que quiere y lo que quiere es torear. Trabaja para poder torear, protegido por su núcleo familiar, que le acoge en su trabajo necesariamente discontinuo y en su afición, que le consume tiempo y dedicación, mientras le proporciona magros ingresos y esfuerzos no solo económicos. Trabaja como comercial en una empresa familiar dedicada a la formación de trabajadores y su dedicación se nota en su facilidad para exponer sus ideas y seducir a su auditorio, aunque él atribuye esa capacidad a su introspección, que le permite reflexionar sobre su persona y sus afanes y que le da el empuje que demuestra en su conversación.
Convence con su relato en el que la dureza de la profesión se
da por supuesta y su experiencia es un claro ejemplo. Torero de pocas corridas
y hierros duros, apenas tenía dos docenas de corridas en su haber cuando se dio
a conocer en Madrid en una corrida de las llamadas desafío ganadero, entre los
hierros de Saltillo y Arauz de Robles en 2019, en su primera actuación en Las
Ventas, tras su confirmación de alternativa tres años antes. Habitual de la
feria de Albacete, su tierra, el triunfo le llegó allí con victorinos el pasado
año, cuando se llevó todos los premios por su labor.
Afirma que la corrida del domingo de Resurrección en Madrid dejó su situación en la bolsa de valores taurino a la par, no mejoró, pero no perdió cartel y queda pendiente de su cita en la última corrida del ciclo de San Isidro donde está anunciado también con victorinos.
Entusiasta de la ganadería de Alicia Chico, donde ha tentado
en numerosas ocasiones y que también enseña a grupos de niños. Un hierro que mantiene
restos de la ganadería de Arranz, de gran éxito en los años 60 y que sigue practicando
la trashumancia entre Teruel y Jaén, custodia de la defensa ilustrada de un
encanto de lo primitivo, que tanto define al mundo de los toros.
Tiene clara la dificultad de este mundo taurino donde hay tantos toreros, de oro y plata, que sólo se visten de luces un par de veces al año. Hay poco dinero y escasas condiciones para mantener un nutrido grupo de profesionales que puedan vivir de su oficio y eso lastra el futuro.
Cuando su carrera en los ruedos, que le deseamos larga y
exitosa, concluya, tendría un lugar en la estructura de organización y defensa
de la tauromaquia. Esa estructura todavía precaria pero que, coincidiendo con
la opinión de los asistentes, es necesaria para asegurar un futuro digno de la
fiesta.
El recuerdo de Dámaso González, maestro respetado, no puede faltar en un torero de Albacete, ciudad con una interesante feria, que situada a final de temporada da pocos réditos para sus triunfadores. Llevado por el matador Manolo Amador, actual empresario de la plaza y cercano a Simón Casas, acaricia una oportunidad que sabe difícil, pero con confianza en sus fuerzas, pues las ganas de crecer en su profesión son un considerable pasaporte de futuro.
Fotografías de Andrew Moore
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