El porte, la prestancia, esa difícil
conjunción de firmeza y desenvoltura que solo se logra desde la naturalidad, el
andar en la plaza y en la calle con elegancia sin afectación, son las características
de la figura del torero Uceda Leal, José Ignacio de nombre de pila, madrileño
del barrio de Usera, que debutó con picadores hace 30 años y tomó la
alternativa en la feria de otoño de 1996.
Nada menos que 80 paseíllos en Las
Ventas, de los cuales 70 como matador de toros, el mismo número de los que
realizo Joselito El Gallo en Madrid, que le han servido, entre otros, para ganar
premios por la mejor estocada de la feria de San Isidro en al menos 9 años.
Sigue anunciándose en los carteles de Las Ventas con el beneplácito de la
afición que parece tenerle mayor aprecio que muchos empresarios.
Pausado y reflexivo al hablar, asume
sus vaivenes en el mundo taurino aceptando que el olvido, de los públicos y las
empresas, también forma parte de la vida del torero, de la que, tantas veces
sólo llegan al exterior los triunfos, cuando existen.
Tiene un recuerdo para Pacorro, su
primer mentor, un banderillero madrileño que le introdujo en el toreo, con
métodos bien duros, que a su lado, los de Gregorio Sánchez en la Escuela Taurina
de Madrid, que siempre han tenido fama de severidad, le parecieron amables. Deja
un cariñoso recuerdo para Joaquín Bernadó, también profesor en la Escuela, que
era como su propio toreo, suave y cordial, no exento de firmeza.
Habla de sus cambios en la ejecución del toreo que define como de trazo
más corto que en sus comienzos pero de mayor verticalidad, lo que le confiere más
naturalidad y por tanto mayor armonía y profundidad.
Sus tres actuaciones en Las Ventas el pasado año fueron de éxito, dejando constancia de unas formas que aúnan la naturalidad y el empaque y afirma que su mejor faena del año fue en Madridejos con un Alcurrucén en corrida televisada por Castilla-La Mancha. Su concepto de toreo quiere huir del alarde de valor y centrarse en afinar las formas. Sus ejemplos son Paco Camino, Antoñete, Manzanares padre o Curro Vázquez. Afirma rotundamente que hoy no se torea mejor que nunca, sino que se dan más pases a los toros gracias a los progresos de la técnica, y explica su concepto que recuerda al que expone en El toreo puro Rafael Ortega a quien dice que nunca vio torear, aunque haya visto muchas veces el célebre video de Ortega retirado, donde pone en pie un monumento a la pureza del toreo.
El video también le sirve para analizar y revisar sus faenas en soledad, pues aunque nunca le dejen satisfecho de su ejecución, le permiten afinar su concepto.
Es un gran estoqueador, que domina la suerte y transmite sensación de seguridad. Hay mucho trabajo con el carretón, pero también unas condiciones excepcionales para la suerte suprema. No es, sin embargo, partidario de torear con el estoque de verdad, pues dice que además de ser muy fatigoso muscularmente, lo que merma las posibilidades de la faena, no permite manejar con la misma soltura la muleta, tan necesaria para conducir el pase.
Piensa, vive y actúa en torero, no
sólo en la plaza, sino que está dedicado sólo a su profesión y confía en que
cuando tenga que dejar los ruedos, pueda seguir dedicándose a ese mundo.
Por nuestra parte deseamos poder seguir disfrutando de su toreo empapado de clasicismo durante mucho tiempo.
Fotos de Andrew Moore
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