La
gran avenida que vertebra el Madrid del siglo XX, entra por la Puerta Grande de
la historia taurina el 23 de enero de 1928, cuando apareció en la Red de San
Luis, un toro que venía desmandado desde el matadero. La historia que ha sido
contada numerosas veces hasta alcanzar la categoría de leyenda, varía poco en
los detalles de las diferentes versiones.
Diego Mazquiarán, Fortuna, marcado con una cruz
y reproducido vestido de matador en un montaje de la foto original.
Tomada de Antiguos cafés de Madrid
Diego
Mazquiarán, Fortuna, que estaba de paseo por la Gran Vía, paró al toro
utilizando su abrigo a guisa de capote y tras recibir su estoque que había
mandado a buscar a su casa en la cercana calle de Valverde, acabó con el funo
de certera estocada.
La prensa se hizo eco del asunto que publicó con varias fotos de los célebres Capua y Alfonso, algunas de ellas trucadas para añadir más dramatismo al asunto, e incluso a Fortuna se le concedió la Cruz de Beneficencia que tenía por objeto recompensar actuaciones o servicios considerados extraordinarios que implican riesgo personal.
Fotomontaje de Fortuna estoqueando al toro
aparecido en la revista Nuevo Mundo como original
Además
de este caso singular y famoso del que me ocuparé más extensamente en una
entrada sobre los toros sueltos que han aparecido por Madrid, la Gran Vía es el
nuevo centro que vino a modernizar la capital, hasta que fue sustituida por el
distrito de negocios AZCA y prácticamente abandonada al turismo mostrenco, que
deambula a la sombra de sus bellos edificios.
El hotel Gran Vía en la Red de San Luis
Tomada de Minube
El
actual nº 18, en la esquina con la calle del Clavel, en los años 10 del siglo
XX fue el Hotel Roma, lugar de residencia de Joselito antes de tener casa
propia en Madrid. Aligerado de cornisas y adornos en la fachada y aliviado de
la estatua de la loba romana que coronaba el torreón de la esquina, el edificio
alberga unas oficinas de la Consejería de Justicia de la Comunidad de Madrid.
El Hotel Roma en el nº18 de la Gran Vía
esquina a la calle del Clavel
Tomada de Festivales de España
Iniciadas
las obras por el rey Alfonso XIII el 4 de abril de 1910, la historia de Fortuna
y el toro desmandado tuvo lugar muy cerca de este edificio, en el primer tramo, de nombre Conde Peñalver en la época, y que llegaba desde la calle de Alcalá
hasta la red de San Luis.
La Gran Vía en obras (c. 1912)
Tomada de Balovega
En
la acera de los pares se estableció el bar Chicote en 1931, actual Museo
Chicote y tan unido en la postguerra al ambiente taurino. Manolete, Gitanillo
de Triana o Domingo Ortega compartían junto a aficionados de postín, las mesas
y los cócteles del sonriente Perico Chicote, mientras alrededor se solazaban
los estraperlistas de penicilina, opiáceos, tabaco rubio y medias de nylon. Hoy
en día permanecen en Chicote sus cómodas
butacas forradas en verde, la larga barra y los veladores. Como los combinados
sigues siendo buenos y los estraperlistas ya han desaparecido, seguramente
camino de nuevos y fascinantes negocios, es un buen lugar para recoger, al
menos en el decorado, parte del ambiente taurino de postguerra.
Barra del bar Chicote.
Pastora Imperio presentó allí Lupe Sino a Manolete
Iniciando
el tercer tramo, Eduardo Dato antes de la guerra, en la esquina con
Jacometrezo, está el Edificio Carrión que en Madrid se conoce popularmente como
Capitol debido al cine que aloja, acostumbrado a figurar en todas las postales
turísticas y en todos los reportajes del Madrid moderno desde la postguerra
hasta ahora. En un apartamento, de los 64 que contaba el edificio en su diseño
inicial, tuvo su residencia el madrileño Antonio Márquez, torero fino, completo
e irregular al que sus paisanos apodaron El
Belmonte rubio. Siguiendo lo que parece una tradición de uniones entre
cantantes folclóricas y toreros, Antonio Márquez se casó con Concha Piquer y la
hija de ambos, Conchita Márquez Piquer se casó con Curro Romero, torero también
grande, fino e irregular.
La Gran Vía desde Callao.
De frente el edificio Carrión, Capitol
Costillares,
el creador del volapié y organizador de la corrida en los finales del siglo
XVIII, tuvo su casa en Madrid en las calles situadas entre San Bernardo y la plaza de los Mostenses, que desaparecieron al construir
este último tramo de la Gran Vía. No sería un mal recuerdo al maestro
decimonónico, una placa en la zona donde tuvo una residencia mientras toreaba las
temporadas desde 1767 a 1790.
Joaquín Rodríguez "Costillares"
Tomada de Real Maestranza
La
Gran Vía tiene los más emblemáticos edificios del Madrid de principios del
siglo XX, desde el art nouveau al
racionalismo. No hay que dejar de mirar hacia los pisos altos y descubrirá una
impresionante sucesión de cenadores, templetes, estatuas y singulares cornisas.
También tiene, menos visibles pero importantes, numerosos recuerdos de la
historia taurina de Madrid.
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