Así de contundente se mostró Javier Cortés hablando de su trayectoria taurina, las dificultades para hacerse un hueco en Madrid y la escasa proyección en los carteles de las ferias de la geografía taurina. Amor a su profesión, dedicación, esfuerzo y dolor para lograr materializar un pase, una serie, una faena con sentimiento, con calidad formal y expresividad que cale en los aficionados.
Se le ilumina el semblante cuando Juan Salazar le dice que en
su resumen sentimental del año 21 estaba una faena suya, a puerta cerrada en
Cortijo Wellington, de las que durante la pandemia organizaba Javier Sanz junto
con otros amigos y que denominábamos: “corridas clandestinas”
También se le tuerce el gesto cuando comenta que tras cortar
una oreja en San Isidro, en la única feria que ha sido anunciado fue en
Pamplona, en la corrida de Escolar. El resto de corridas han sido por los
alrededores de Madrid, la última de ellas en Riaza donde estuvo por encima de
los encastados toros de Valdellán. La empresa de Las Ventas no le ha llamado
para la feria de otoño, contentandose con ofrecerle un puesto en la corrida
concurso del 25 de septiembre.
Son años de 10, 12 ó 15 corridas que acoge con gusto tras una travesía del desierto en la que se vistió de luces 8 veces en seis temporadas. Aguantó, con confianza en su capacidad y una férrea vocación, hasta poder sacar la cabeza en un 2 de mayo madrileño, con la misma confianza con la que espera dar buenas faenas y mucha guerra.
Formado en la Escuela de Madrid, compartió aulas con Gómez del
Pilar y López Simón, también con Joselito Adame quien ya venía rodado de
México. Tiene un recuerdo especial para el maestro Joaquín Bernadó, cuyo estilo
recuerda la manera de torear de Javier Cortés.
La Escuela es un sitio donde formar toreros que no tienen antecedentes familiares en el mundo del toro, ni como profesionales, ni casi como aficionados. Una vocación que surgió de su niñez sin que tenga un origen claro y que por otra parte no parece ser tan inhabitual en toreros jóvenes que eligen el toreo como forma de vida, enfrentándose a una profesión exigente, dolorosa y de inciertas recompensas.
Torero y aficionado, recalca, le gusta hablar de toros y se extiende
sobre las sensaciones cuando se torea en Madrid, esa mezcla explosiva y dispar
de severidad, indiferencia y también entrega de los tendidos, un público de
reacciones complicadas pero capaz de apreciar a los toreros en función del toro
que tienen enfrente. Es una plaza sin término medio, o recoges flores o te
escondes.
Los toros son el material con el que tienen que expresarse los
toreros y no son una arcilla inerte. La mayor dificultad la plantean los toros
que parece que te leen los pensamientos y te van midiendo durante toda la faena,
con ellos no puedes tener equivocaciones y eso se da más en el encaste santacoloma.
Torear te obliga, dice, a cruzar una raya donde desaparece la
seguridad. Ahí está el triunfo, pero también el riesgo y lo dice un torero
castigado por los toros, quién además de cornadas ha tenido una cogida que le
ha dejado una importante pérdida de visión en un ojo, quien cree que ese riesgo
no siempre es reconocido por el público.
Javier Cortés es un torero joven, respetado en Madrid, donde
ha dejado buenas faenas y momentos, que está esperando dar el salto a las
ferias y que mantiene su resolución de ser matador de toros en este momento de
presente complicado y de futuro incierto, actitud que los aficionados agradecemos.
Fotos de Andrew Moore
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