Más que un torero singular, que lo es, Rubén Sanz es un personaje singular. Su relación con el toreo, con el arte de torear, se entiende mejor como una vocación en sentido weberiano, como una obligación moral personal, que como una sencilla dedicación profesional. Consciente de dicha vocación desde su infancia y arropado por sus tías desde niño, coincide con la creación de la escuela taurina de Soria dirigida por José Luis Palomar, donde forjará su primer aprendizaje y también se llevará su primer revolcón, pues su admirado maestro le intentará disuadir de su dedicación por considerarle falto del valor necesario e incluso le expulsará de la escuela por participar en una novillada sin el permiso de la misma. Actualmente la relación personal entre los dos toreros sorianos es estrecha y a la admiración de Rubén hacia su maestro se une la comprensión de este hacia él. El matador de toros Rubén Sanz, junto a su mujer Maite Cordón en la Tertulia de Jordán Se impone su vocación sobre l...