Difícil es describir lo que entonces ocurrió. El redondel se
atestó de gente para saludar, abrazar y estrujar al gran torero -Frascuelo,
1887- , impidiendo su marcha.
Un grupo más decidido cogióle en brazos y se abrió trabajosamente
camino entre la multitud que, loca de entusiasmo, aplaudía y vitoreaba
Cuando por fin se le pudo conducir al coche y poner éste en
marcha, cientos de aficionados le siguieron para continuar ovacionándole por
las calles. Otra buena parte del público, desde las aceras, desde los ómnibus y
los tranvías, aplaudía también al diestro y le saludaban con los pañuelos.
Todo este lujo de homenajes populares a un torero, sabía a cosa
nueva e inusitada allá por los años grandes de Frascuelo.
F. Bleu. Antes y después del Guerra. Selecciones Austral. Madrid 1983, pag 154
F. Bleu. Antes y después del Guerra. Selecciones Austral. Madrid 1983, pag 154
Muletazo de Frascuelo a favor de querencia
Tomada de La razón incorpórea
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