Morenito de Aranda recibió al inicio de su vuelta al ruedo
tras la faena al precioso Cetrero-26, el homenaje de un espectador que le
arrojó al ruedo, una bota de vino de plástico.
Cetrero-26, cinqueño,
burraco, gargantillo, capirote, botinero
Cetrero-26 en Robledo de los Osillos
Magro obsequio, lejos de los sombreros y puros que le
arrojaban a Rafael El Gallo, muy distinto también de las mostrencas prendas de
ropa como jerseys y chaquetas que han venido a sustituir en tantos casos a los
chales y mantillas ofrecidos a los toreros. Hortera reconocimiento a una faena de
muleta de mejor intención que realidad.
Morenito de Aranda dando distancia y ciñéndose con la derecha
Tres series por la derecha, iniciadas en la distancia en las
que el toro venía galopando al primer pase, para quedarse luego cerrado junto
al torero que no conseguía dominar la embestida y alargar los pases aunque dos
series las rematara con unos espléndidos pases de pecho. No demostró mayor dominio
por el pitón izquierdo colocado ya en las cercanías del toro, aunque en todo
momento Morenito se gustó, se colocó con pinturería delante del toro, le ganó
la posición en la rectitud de los pitones y luego no consiguió mandar en la
suave embestida del espectacular toro de capa salpicada, o más bien carbonero.
Morenito de Aranda torero de calidad en sus gestos
Quizá la menestral bota de plástico, recipiente ayuno de
belleza, falto de categoría, sucedáneo de las recias botas de cuero y alejado
de la cristalería fina, era la metáfora adecuada de una faena de escasa
enjundia, buena intención y una composición que, aunque realzada por la calidad
gestual del matador, no consiguió alcanzar el nivel que parecía adecuado a las
nobles condiciones del toro.
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